28 de mayo de 2012

Proyecto de mayo 2012: La doble imagen

Hola, mis queridos adictos. El proyecto de este mes fue bastante esperado por todos nosotros, estaré leyendo sus trabajos lo más pronto posible n.n
Bueno, a mi me pareció muy interesante este proyecto; amé la imagen que me tocó, es realmente hermosa y espero les guste mi relato. Y también estoy ansiosa por leer el relato de mi compañera :)
¡Que lo disfruten!



El imponente cielo se alzaba sobre ellos, los rayos del sol se colaban entre las nubes mientras calentaban sus tersas pieles. Larissa sonrió, todo aquello le hacia sentir una inmensa calma; la pequeña barca comenzó a mecerse levemente, podía sentir la brisa mover sus castaños cabellos y el olor del océano le inundaba la cabeza.
–¿Te encuentras bien, querida? –Le preguntó Marco, al tiempo que colocaba sus fuertes manos en la delicada cintura de la joven.
–Por supuesto, todo este lugar es increíble, no podría ser más feliz –Larissa buscó los labios de Marco, amaba a aquel hombre. En su vida había renunciado a muchas cosas por unirse a aquel caballero de ojos grises y cabellos dorados, pero todo había valido la pena, no necesitaba nada más, no le quedaba nada más que Marco.
–Pronto oscurecerá, querida mía. Espero que la barca nos lleve pronto a aquel reino del que te hablé. Te fascinará, mi pequeña, ese será el hogar de nuestros sueños.
–No lo dudo Marco, pero realmente no quiero llegar. No quiero que anochezca, no tan pronto; las nubes parecen hechas de oro para una hermosa princesa, el sol, el mar… puedo escuchar sus voces, sus canciones y sueños, hablan de la vida, de lo hermoso que es amar.
–No tienes por qué tener miedo, veremos muchos más atardeceres juntos en un futuro. ¿Ves el horizonte? Lo navegaremos juntos hasta el alba. Las olas nos llevaran hasta nuestro destino.
–Te amo, Marco. Cuando estoy a tu lado sé que no necesito a nadie mas, todos los que injuriaban nuestra unión, aquellos que envidiaban la pasión que nos unía; jamás volveré a escuchar las palabras dolorosas de aquellos que decían que lo nuestro no seria nunca.
–Mi pequeña Larissa, este sólo es el inicio de nuestro viaje. Al igual que este infinito océano mi amor por ti no tendrá fin. –Larissa creía en cada palabra, sin dudar; la barca se dejaba llevar por el dulce viento que los rodeaba y las leves olas del mar los conducían hacia aquella tierra misteriosa de la que Marco solía hablar, todo el tiempo. 
Pero Larissa comenzó a sentirse incomoda, de repente se sintió más pequeña que de costumbre… aquel inmenso cielo comenzaba aplastarle y sintió miedo. El océano no parecía tener fin y se hallaba a su merced y de pronto escuchó al sol deseando huir, deseando no ver aquel terrible escenario.
Larissa tembló y el viento sacudió terriblemente la barca al igual que su blanco vestido.
–No temas, querida, todo está bien. –pero la voz de Marco parecía tan lejana y no podía tocarla.
"¿Por qué las cosas tienen que cambiar?" Se preguntaba con angustia la joven. Hacía sólo unos momentos su viaje era magnifico, pero las olas comenzaron a agitarse, las nubes se levantaron, imponiéndose, y la tormenta comenzó. Era tan pequeña frente al universo que se hallaba conspirando contra ella. Marco...¿Dónde estaba él? ¿Había naufragado?
–No te alejes cariño, abre los ojos. Solamente son ilusiones que quieren separarnos. –Larissa continuó temblando, las manos que le acariciaban la mejilla eran sumamente frías. No parecía Marco, pero era él y todo el hermoso paisaje continuaba en calma a su alrededor.
–Marco si algún día tu no estas conmigo, yo…
–Siempre estaremos juntos, te prometí que llegaríamos hasta mis tierras donde todos nuestros sueños se harán realidad, ¿acaso no confías en mí? –No era que la joven comenzase a dudar sobre su amor verdadero. A ella le encantaría estar a su lado hasta el fin de los tiempos, pero era tan sólo que Marco no podía verlo, no podía ver la luz de sus propios ojos comenzando a extinguirse como una estrella agonizante.
Lo que el viajero Marco podía ver más allá del horizonte era un alba preciosa cubriendo con sus dorados rayos aquellas hermosas tierras que tanto había perseguido desde que era tan sólo un niño; pero lo que Larissa veía era un terrible vendaval que se tragaba todo a su paso, no quiso alertar a su amor, no quería ocasionarle preocupaciones. Después de todo él no tenía miedo, él no era un pequeño cobarde como ella.
Se mordió el labio inferior e imploro a los cielos que pudieran sobrevivir a la tormenta. Jamás dejaría a Marco, aún si eso significase la muerte… fue tan inocente pensar eso. Fue en un abrir y cerrar de ojos, el cielo parecía caer sobre ellos, sus manos jamás fueron capaces de alcanzarlo, eran demasiado pequeñas… ese día el sol se oculto detrás de millares de nubes y Larissa le escuchó sollozar mientras se abrazaba con fuerza de Marco.
Marco le susurró algo pero todo se desvaneció.
Larissa se despertó bañada en sudor, su corazón no dejaba de latir con fuerza y apenas podía respirar, comenzó a llorar entre las sabanas. Sólo había sido un sueño, después de todo Marco había muerto hacia cinco años; hacia tanto que no soñaba con él… pero que locura más grande, en su sueño se habían casado y escapado muy lejos.
–A cualquier otra parte, ¿verdad Marco? –dijo la muchacha mientras tomaba entre sus manos un viejo retrato del que fue alguna vez su prometido–. Tuve un sueño extraño, estábamos dentro de la hermosa fotografía con la que solías fantasear todo el tiempo, ya sabes con las historias de princesas, dragones y tierras lejanas. Por un momento fue divertido pero luego… ya sabes como es la vida incluso en los sueños pasa mucho más rápida… por Dios, realmente estoy mal, mírame aquí hablando con una fotografía tuya, ni siquiera puedes oírme.
Era el precio a pagar por alcanzar las tierras desconocidas, donde el mar se mezclaba con el sol, aquellas tierras donde habitaba la eternidad. Era el castigo que ella y Marco se merecían por creerse superiores y jugar a ser los reyes del mundo.
Larissa colocó la fotografía boca abajo y decidió volver a dormir, quien sabe tal vez podría verlo por última vez y despedirse. Después de todo ya no le quedaba nada, más que aquel sueño que nunca se haría realidad.