Fue un reto, especialmente por la construcción de la escena, pero no sentí la necesidad de cambiarla, me gustaba la manera en que estaba escrita, generaba misterio.
Sin embargo cuando intenté desarrollarla tuve varios problemas. En primer lugar sentí la presión de decepcionar al autor de la escena y en segundo, me he oxidado en cuanto a escritura y creatividad se refiere.
De antemano agradezco a todos los que se tomen su tiempo en leerlo y como siempre acepto sus respectivas criticas. De ahora en adelante me propongo a mejorar mi escritura. Saludos a todos.
El comienzo del final
Una
mujer abofetea a un hombre inconsciente, quizá muerto. Resultaría sumamente
preocupante para los testigos con un mínimo de empatía, si es que hubiera
testigos y ninguno de ellos estuviera pensando en la lluvia de palomas de
colores neón de las que tampoco se sabe si están muertas o no.
Los
sucesos parecen ir en cámara lenta. Nadie es capaz de expresar una sola palabra
en toda la ciudad. El silencio y una terrible presión se erigen sobre ella.
Cualquiera pensaría que aquel es el fin, si tan sólo pudiesen pensar.
La
mujer observa al hombre, continua inconsciente. Intenta concentrarse en los
eventos que los arrastraron hasta aquel preciso momento; de pronto se da cuenta
que no hay nadie alrededor. Algo terrible debe estar ocurriendo. Lo inevitable.
Comienza
a llover en la ciudad. Todos los habitantes pueden sentirlo, las palomas son tan
sólo el primer aviso. Algo viene, se acerca.
El
hombre abre los ojos con dificultad. Mira a la mujer.
—Lo
siento, he fallado.
—Hemos
fallado juntos —corrige ella.
—Le
hemos fallado a todos.
Ambos
se miran con dureza. La mujer sabe que nunca antes ha cometido ni un solo error
en su trabajo, hasta ahora. El peor error de todos.
En
su confortable hogar, un niño mira a través de la ventana, observa el caos
acercándose. Aves agonizantes, una lluvia tempestuosa, un cielo oscuro,
personas aterradas corriendo. El niño busca a la madre, pero no la encuentra, entonces
escucha una dulce voz familiar.
—Ven,
mi pequeño. Es hora de dormir —dice la madre. Está en la habitación, sola. Una
parte de ella sabe lo que ocurre e intenta asimilarlo. No quiere verlo.
El
niño duda, sin embargo, corre a los brazos de su madre. Unos minutos después ya
está soñando. En la ciudad muchos han decidido hacer lo mismo. Duermen
profundamente, abrazados.
—Debe
haber otra manera —dice el hombre. La cabeza le está matando.
—No
la hay —responde la mujer con seriedad.
—Siempre
hay esperanza —dice él y saborea la última palabra.
Si
tan solo alguien pudiese salvarlos; todo sería mucho más sencillo si ellos no
fueran los héroes hipotéticos de la historia.
Ambos
miran al cielo y les recuerda a un agujero negro. Ella se pregunta si dolerá,
mientras él intenta encontrar alternativas.Ya
no hay nadie por las calles.
—Pudimos
hacerlo mejor… —dice el hombre y una lágrima corre por su mejilla.
—Dimos
lo mejor de nosotros. No siempre se puede salvar el mundo.
La
ciudad desaparece y ya no somos capaces
de ver lo que ocurre con ella y sus habitantes. Ya no somos capaces de sentir.
Nos evaporamos.