27 de marzo de 2014

Proyecto de marzo: El desafío

Luego de unos cuantos meses sin participar decidí dedicarle un tiempo al ejercicio de este mes :) 
Fue un reto, especialmente por la construcción de la escena, pero no sentí la necesidad de cambiarla, me gustaba la manera en que estaba escrita, generaba misterio. 
Sin embargo cuando intenté desarrollarla tuve varios problemas. En primer lugar sentí la presión de decepcionar al autor de la escena y en segundo, me he oxidado en cuanto a escritura y creatividad se refiere. 
De antemano agradezco a todos los que se tomen su tiempo en leerlo y como siempre acepto sus respectivas criticas. De ahora en adelante me propongo a mejorar mi escritura. Saludos a todos.



El comienzo del final



Una mujer abofetea a un hombre inconsciente, quizá muerto. Resultaría sumamente preocupante para los testigos con un mínimo de empatía, si es que hubiera testigos y ninguno de ellos estuviera pensando en la lluvia de palomas de colores neón de las que tampoco se sabe si están muertas o no.

Los sucesos parecen ir en cámara lenta. Nadie es capaz de expresar una sola palabra en toda la ciudad. El silencio y una terrible presión se erigen sobre ella. Cualquiera pensaría que aquel es el fin, si tan sólo pudiesen pensar.
La mujer observa al hombre, continua inconsciente. Intenta concentrarse en los eventos que los arrastraron hasta aquel preciso momento; de pronto se da cuenta que no hay nadie alrededor. Algo terrible debe estar ocurriendo. Lo inevitable.

Comienza a llover en la ciudad. Todos los habitantes pueden sentirlo, las palomas son tan sólo el primer aviso. Algo viene, se acerca.
El hombre abre los ojos con dificultad. Mira a la mujer.
—Lo siento, he fallado.
—Hemos fallado juntos —corrige ella.
—Le hemos fallado a todos.
Ambos se miran con dureza. La mujer sabe que nunca antes ha cometido ni un solo error en su trabajo, hasta ahora. El peor error de todos.

En su confortable hogar, un niño mira a través de la ventana, observa el caos acercándose. Aves agonizantes, una lluvia tempestuosa, un cielo oscuro, personas aterradas corriendo. El niño busca a la madre, pero no la encuentra, entonces escucha una dulce voz familiar.
—Ven, mi pequeño. Es hora de dormir —dice la madre. Está en la habitación, sola. Una parte de ella sabe lo que ocurre e intenta asimilarlo. No quiere verlo.
El niño duda, sin embargo, corre a los brazos de su madre. Unos minutos después ya está soñando. En la ciudad muchos han decidido hacer lo mismo. Duermen profundamente, abrazados.

—Debe haber otra manera —dice el hombre. La cabeza le está matando.
—No la hay —responde la mujer con seriedad.
—Siempre hay esperanza —dice él y saborea la última palabra.
Si tan solo alguien pudiese salvarlos; todo sería mucho más sencillo si ellos no fueran los héroes hipotéticos de la historia.

Ambos miran al cielo y les recuerda a un agujero negro. Ella se pregunta si dolerá, mientras él intenta encontrar alternativas.Ya no hay nadie por las calles.
—Pudimos hacerlo mejor… —dice el hombre y una lágrima corre por su mejilla.
—Dimos lo mejor de nosotros. No siempre se puede salvar el mundo.

La ciudad desaparece y  ya no somos capaces de ver lo que ocurre con ella y sus habitantes. Ya no somos capaces de sentir. Nos evaporamos.