Una tarde en el parque
Una tarde en el parque
Mi vida bajo el agua
¿Cuánto tiempo llevaba en aquel horrible y solitario lugar? No tenia idea, pero desde hace tanto que el reloj había dejado de marcar la hora y había terminado pudriéndose por completo. Todo su alrededor no era más que madera pudriéndose; se encontraba en una habitación, que parecía haber sido de lujo hace ya tanto tiempo, ahora no era más que deterioro y muerte… podía sentir el olor a muerte inundarle la nariz.
La puerta de la habitación se hallaba a medio abrir pero le aterraba la idea de salir, solamente podía distinguir más oscuridad afuera de ella. No sabia como había llegado ahí, era como si todo en su cabeza hubiera desaparecido. Siempre esperaba que llegasen a salvarlo, pero parecía estar demasiado perdido como para ser encontrado.
Peter suspiró, sólo podía dejarse llevar por la oscuridad, era como estar en el fondo de un océano, simplemente flotando en lo más profundo, pero aún si parecía encontrarse bajo el agua, no la sentía. Peter hace mucho que no respiraba, todas sus necesidades básicas de humano habían desaparecido, no se sentía ni un poco empapado de toda aquella agua… no tenia ni la menor idea de que le ocurría.
—Tranquilo, no es nada grave —dijo una suave voz que desconcertó a Peter. Todo el tiempo que llevaba perdido en aquel lugar jamás había escuchado ni visto a nadie más.
Peter quiso buscar al dueño de aquella misteriosa voz, podría ser su única salvación. Salió de la habitación y se halló en un gigantesco y oscuro pasillo que olía a muerte.
—Por aquí —dijo la extraña voz de nuevo. Peter la siguió por todo el pasillo y la voz le condujo a algo sorprendente.
Se hallaba en la proa de un gigantesco barco, pero las cosas no eran tan simples; el barco se encontraba completamente hundido en lo más profundo del océano y parecía haberse partido en dos secciones. Peter observó la proa completamente hundida en el fango, miles de algas le cubrían. Parecía llevar mucho tiempo ahí.
—Cien años exactamente —respondió la misteriosa voz leyéndole la mente. Esta vez Peter logro ver quien era la extraña persona que le hablaba, una mujer de ojos grises.
—¿Quién eres tu? ¿Sabes que me ocurre? ¿Qué es todo esto? —Peter quería echarse a llorar pero algo le detenía, era un recuerdo: su padre diciéndole que los chicos no debían llorar y menos a su edad. Su edad… por supuesto, él tenía dieciséis años.
—Cálmate, es normal que tengas muchas dudas ahora. Intenta hacer memoria, ¿Qué hacías antes de hallarte bajo el agua?
—¿Todo esto es real? Es imposible, debe ser una pesadilla. No se puede vivir bajo el agua.
—Ese es el punto. —La mujer de ojos grises sonrió macabramente. Peter se mordió con fuerza su labio inferior, no quería entender lo que esa extraña mujer decía.
—Debo de regresar a mi habitación, es peligroso estar aquí.
—¿Quieres respuestas? Yo puedo dártelas todas, pero si tu no quieres entender no servirá de nada.
El chico cerró los ojos y decidió intentar recordar. Su reflejo era imperceptible en aquella oscuridad, por lo que hace tanto había olvidado, incluso, como él lucia. Sus cabellos eran negros ¿cierto? Y sus ojos eran… ¿de que color eran sus ojos? Por supuesto, azules. Era bastante bajo para su edad y su madre siempre decía que crecería cuando fuera mayor; su piel era tan blanca como la de ella y tenia su sonrisa. cuatro de marzo de 1896… Por supuesto, su cumpleaños era el cuatro de marzo y cuando cumplió dieciséis años Mary Alice le había dado su primer beso. Pero había otra fecha importante en su mente… ¿1912?
—No te esfuerces tanto mi pequeño —dijo la mujer de ojos grises con una pequeña y curiosa risilla—. Al menos ya recuerdas quien eres, ¿cierto?
—Mi nombre es Peter Cleaver y mis padres eran Alice y Thomas Cleaver. Vivíamos en Londres y mi padre tenía mucho dinero y... por supuesto ahora lo recuerdo.
—¿Ah, si? ¿Qué recuerdas mi pequeño?
—íbamos a viajar, nuestro destino era Montreal, Canadá; aunque la mayoría de pasajeros se dirigía a Nueva York, en los Estados Unidos.
—¿Y que tal fue el viaje?
—Muy bien, el lugar era hermoso e increíble. La pase bastante bien, hice amigos e incluso bailé una noche con mamá. Era un lugar divertido.
—¿No recuerdas algo más?
—¿A que te refieres?
—El viaje era en un hermoso y espectacular barco, ¿verdad?
—Si, le llamaban el Titanic, era inmenso. Todos decían que ese transatlántico era insumergible, tenia tantos deseos de verlo con mis propios ojos.
—¿Llegaste a tu destino? ¿Recuerdas algo luego de aquel viaje?
—Ahora que lo dices no… apenas puedo recordar. Es tan extraño, de repente aparecí aquí… en el fondo del océano en los restos de este barco —. La mujer de ojos grises volvió a sonreír, esa no era una buena señal.
—Hace tanto que te buscaba Peter, pero ya sabes este barco es gigantesco. Fue todo un trabajo para mí, rescatar a todos los que se quedaron atrapados en estas profundidades. Hay muchos más igual que tu, pero es normal que nunca los hallas visto, la mayoría sólo son conscientes de su propia existencia.
—No puede ser verdad. ¿Dónde están mis padres? Debo salir de aquí.
—No estoy segura de cual fue la suerte de tus padres… de cualquier manera, todo aquello aconteció hace cien años, ¿no me crees? Mi pequeño, el tiempo pasa volando cuando estas muerto.
—¡No es verdad! ¡Aléjate de mí! No dejare que me lastimes. —Peter corrió incansablemente por todos los restos de aquel inmenso trasatlántico, que alguna vez había sido llamado “insumergible”.
—Siempre es así de complicado con los mocosos y sus muertes repentinas —dijo suspirando la mujer de ojos grises. Le esperaba un duro trabajo con aquella alma escurridiza pero estaba segura que con sólo cargarla unos segundos entre sus brazos se tranquilizaría. Siempre era así, siempre comenzaban negándose ante ella para luego encontrar infinita paz entre sus tibios brazos.